viernes, 22 de octubre de 2010

Definición de auditor:

Una de las áreas de desempeño, tal vez por la que más se conoce a los contadores públicos, es la auditoría.

Mirando algo de historia no tan lejana (años 60’s y 70’s), hay que reconocer que algunas de las auditorías pasadas, infundían más miedo, temor y zozobra que respeto por la labor misma. Todo se debía a la forma como era ejercida dicha tarea y en especial por las personas y su actitud para desempeñarse en las labores pertinentes. Aun no me resulta nada grato recordar a aquellos encargados de la auditoría (generalmente personas mayores, empíricas y hechas a pulso o imitando pobres modelos autoritarios de su entorno), cuando a tempranas horas del día se conocía de su llegada sorpresiva e intimidante a la oficina auditada, haciendo gala del mejor sigilo policivo y cual equipo de asalto SWAT. Una vez adentro, en cuestión de minutos eran "sellados" todos los escritorios (con esparadrapo o cintas anchas) y compartimientos donde pudiera "sospecharse" que eran guardados, fondos de caja menor (cajas chicas) u otros valores de la empresa y en poder de sus custodios.

“Asegurado” el terreno se daba inicio a quitar uno a uno, cajón por cajón, las bandas blancas de esparadrapo, las cuales al ser retiradas, se llevaban consigo parte de la pintura del escritorio y algunas astillas de madera.

Luego se procedía a hacer el respectivo conteo de los valores y a dejar plasmado en un acta el resultado del mismo, que siempre se hacía bajo la premisa de que “debe haber un faltante a menos que se pruebe lo contrario”; es decir, aquellos auditores daban un preconcebido trato de delincuentes a los custodios de los valores auditados y no era permitido bajo ninguna circunstancia “estar descuadrados”, incluso llegándose hasta el colmo de endilgar responsabilidades por los errores mismos de suma de quien auditaba, porque dichos personajes solían posar como “perfectos dioses” que analizaban, evaluaban, juzgaban y condenaban, pero no se equivocaban. Una simple reunión para descargos por un descuadre, se asemejaba más a un consejo verbal de guerra que a otra cosa. No se puede desconocer que para la crisis financiera que Colombia vivió en el 82, algunas entidades contaban con los servicios de estos auditores, que bien sabido es, no resultaron de gran ayuda.

Afortunadamente estas absurdas formas de hacer auditoría evolucionaron muy rápidamente de la mano de los centros de formación profesional, pero aun así los primeros profesionales formados académicamente conforme a la Ley 145/1960, debieron egresar o recibirse de las instituciones reconocidas a partir del 1962 en adelante y no se puede desconocer que buena parte los formadores de los nuevos profesionales, fueron los mismos empíricos (y así pasó en todas las profesiones) que solían hacer la auditoría de manera tan peculiar.

Pero fueron necesarios varios años más para que la profesión abandonara esas funestas prácticas de hacer auditoría. Aun en 1990 recuerdo la imponente y adusta figura de quien en su momento fuera el contralor (alguien que empíricamente había recorrido durante 40 años un largo camino; desde haber sido el portero del edificio de la entidad, hasta haber llegado al cargo de contralor de la misma) de una prestigiosa entidad, recorriendo diariamente una a una las oficinas y los diferentes pisos de la empresa, verificando que cada trabajador hubiera llegado a tiempo, que estuviera en el lugar asignados y trabajando de manera diligente y silenciosa. No permitía que los hombres colocaran los sacos en el espaldar de sus sillas (so pena de un soberano vaciadón en público), ni que las mujeres dejasen sus carteras encima de sus escritorios y mucho menos que alguien se atreviera a encender un radio para escuchar noticias o música mientras trabajaba.

Fue en 1975 cuando conocí a los primeros auditores de firma y para entonces la empresa me había encargado el manejo de una nueva caja menor con el fin de proveer los gastos de transporte de mensajería y portes de correo. La experiencia resultó algo extraña ya que no utilizaron gritos ni procedimientos extraños, ni nada distinto al ímpetu propio que servia de alimento al ego de auditor por “pertenecer” a una firma de auditoría.

Cada día las firmas fortalecen más esta actividad, pues han optado por la vinculación interdisciplinaria de profesionales, dejando de ser un oficio exclusivo de contadores quienes ahora interactúan, con administradores de empresas, economistas, ingenieros industriales, abogados y una gran variedad de profesionales que recién egresados empiezan a “empujar lápiz”, pero eso si, bien enfundados en sus trajes “Hugo Boss”, “Giorgio Armani”, “Dolce & Gabbana” así el sueldito no alcance para nada más.

Todo lo anterior está relacionado con la reciente publicación en un portal, de la definición de auditor, conocida por el suscrito años atrás y que se quedaba corta frente a la realidad de varios aspectos, pero que resulta entendible en el contexto anterior. El mejor recuerdo que tengo de esta definición, fue ver la cara de un importante socio de una reconocida firma de auditoría, cuando uno de los alumnos de su clase iniciaba la sesión con la siguiente filmina en el proyector.

Definición de auditor:

"Profesional contable que se cree astrofísico, matemático, químico, filósofo, astrónomo, alquimista, inquisidor y muchas cosas más.  Suele ser un individuo de rostro adusto, mirada fría y penetrante, voz grave y firme, algunas veces elegante y en otras algo a la moda; de caminar largo y pausado, muy soberbio, postizo, impetuoso, adorador del dinero, los lujos y la buena vida, para lo cual hace que trabaja hasta 22 horas diarias sin distinción de sábados, domingos o festivos.

Es esclavista, mal jefe y le gusta quedar bien con el trabajo de los demás; solitario y hombre de pocos amigos; frío como un poste de concreto, individualista, calculador y ventajoso como el que más; perro en el amor pero no es amante de los perros; no sabe sonreir, rara vez se enamora, no se casa y afortunadamente nunca se reproduce.  Es lo más parecido a Dios porque está en todas partes pero nadie lo puede ver.

Finalmente muere solo, amargado, a temprana edad y, para felicidad de todos, va derecho al infierno, donde Satanás le tiene un sitio especial porque detesta recibir auditorías.”

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